Toda persona que me busca viene a pedirme algo: el aburrido, la amenidad de mi conversación; el pobre, mi dinero; el triste, mi consuelo; el débil un estímulo; el que lucha, una ayuda moral.
Toda persona que me busca, de seguro viene a pedirme algo, y yo me atrevo a pensar: ¡Qué fastidio!...
Más bien, debiera alegrarme porque la Bondad Divina se ha dignado otorgarme el privilegio de los privilegios, la prerrogativa de las prerrogativas: ¡Dar!...¡Yo puedo dar!...
En cuántas horas del día yo puedo dar, aunque sea una sonrisa, aunque sea un apretón de manos, aunque sea una palabra de aliento.
Debería caer de rodillas ante el Padre Dios y decirle: “¡Gracias, porque puedo dar!”…
Es cierto lo que dijo Jesús: “Hay más alegría en dar que en recibir” (Cf. Hechos 20,35). [Del Poeta Amado Nervo].
lunes, 20 de septiembre de 2010
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