Decimos: si existe la sed, tiene que existir una fuente de agua. ¿Has visto la fuente? –preguntan-. No; pero tiene que existir. La sed sería absurda sin la fuente. Antes que la sed, ya existía la fuente.
Si hay hambre del Eterno (=Dios), el Eterno tiene que existir, de otra manera el hambre no tendría sentido.
Si palpita en mí el ansia de lo trascendente, de lo que hay más allá de las cosas, el Trascendente (=Dios) tiene que existir, y mucho antes que mis ansias, aunque nadie haya visto su rostro.
Así, vamos avanzando a oscuras por la vía de las deducciones, pero nunca cara a cara.
Presentimos que Alguien está a nuestro lado, pero no lo vemos, no lo sentimos. Lo presentimos, lo vislumbramos, lo percibimos como los ciegos, esto es, tanteando, indirectamente, como entre las sombras, como en unas huellas borrosas.
domingo, 25 de abril de 2010
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