Este año, el Papa Benedicto XVI anunció oficialmente que se dedicará un AÑO JUBILAR ESPECIAL al apóstol San Pablo, del 28 de junio del 2008, al 29 de junio del 2009, con ocasión del bimilenario de su nacimiento, que los historiadores sitúan entre los años 7 y 10 d.C.
En Roma, desde los primeros siglos, el vínculo que une a san Pedro y san Pablo en la misión asumió un significado muy específico. Como la mítica pareja de hermanos Rómulo y Remo, a los que se remonta el nacimiento de Roma, así san Pedro y san Pablo fueron considerados los fundadores de la Iglesia de Roma.
San Pablo tiene conciencia de que es “apóstol por vocación”, es decir, no por auto-candidatura ni por encargo humano, sino solamente por llamada y elección divina.
Por sus cartas sabemos que san Pablo no sabía hablar muy bien; más aún, compartía con Moisés y Jeremías la falta de talento oratorio. “Su presencia resulta insignificante y su palabra despreciable” (2 Cor 10,10), decían de él sus adversarios. Por tanto, los extraordinarios resultados apostólicos que pudo conseguir no se deben atribuir a una brillante retórica o a refinadas estrategias apologéticas y misioneras. El éxito de su apostolado depende, sobre todo, de su compromiso personal al anunciar el Evangelio con total entrega a Cristo; entrega que no temía peligros, dificultades ni persecuciones.
De aquí podemos sacar una lección muy importante para todos los cristianos. La acción de la Iglesia sólo es creíble y eficaz en la medida en que quienes forman parte de ella están dispuestos a pagar personalmente su fidelidad a Cristo, en cualquier circunstancia. Donde falta esta disponibilidad, falta el argumento decisivo de la verdad, del que la misma Iglesia depende. (Cf. BENEDICTO XVI- JOSEPH RATZINGER- “EL AÑO DE SAN PABLO”, Edic. San Pablo, 2008).
sábado, 24 de abril de 2010
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