De todas las reflexiones del 2008, 2009, 2010... ¿Cuál les llamó más la atención, y por qué?

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sábado, 24 de abril de 2010

30.- SÍ, SÍ, PERO NO; NO, PERO SÍ

Es relativamente fácil ser dóciles a Dios cuando todo va bien, pero luego, en los momentos difíciles, tal vez rechazamos sin escrúpulos a Cristo y al prójimo, dejando así de ser cristianos. Podemos decir que sí a Dios con la boca, con el rito o el rezo, pero a la vez decir que no con el corazón, con las obras y con la vida. ¡Lamentable realidad!

Mientras que otros, que no son considerados ni se consideran cristianos, que se sienten pecadores y marginados, terminan diciendo sí a Cristo con la vida y con las obras. Comulgan con Cristo en el hermano, aunque no reciban la comunión sacramental. Los rezos, los ritos, los sacramentos, sólo cuando se ama a Cristo y al prójimo, hacen que la vida no sea un engaño a sí mismos, a los otros, pretendiendo incluso engañar a Dios.

Entonces, ¿mejor no rezar ni confesar ni comulgar? ¡No! Lo mejor con mucho es hacer todo eso, pero de corazón, viviendo con amor y decisión lo que se cree.

Un sí pronunciado con la boca, puede anularse con un no del corazón. Y un no puede ser fruto del temor o de la ignorancia o del mal ejemplo. ¿Cómo saber si somos sinceros y leales? “Por las obras los conocerán”, afirma el mismo Jesús.

En los negocios, en el trabajo, en la política, es muy frecuente la mentira, el encubrimiento, el engaño, la falsedad. Se necesita una gran dosis de discernimiento y valentía para no caer en el engaño, y para amar de verdad a Dios y al prójimo.

La vida se hace mentira cuando la relación con Dios y con el prójimo se falsean por falta de amor auténtico y de fe viva. Cuántas oraciones, ritos, celebraciones, sacramentos, sermones, retiros... se realizan sin una real y personal relación de amor con el Dios de la vida y con el prójimo necesitado, y por tanto sin influencia en la conducta de cada día, en una vida de espaldas a Cristo y de maltrato o indiferencia respecto del prójimo.

Ya Dios se lamentaba en el Antiguo Testamento ante le hipocresía de los ritos y oraciones: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”.

Los escribas, fariseos y dirigentes religiosos decían sí con los labios y las apariencias, pero con la vida y las obras decían no. Mientras que muchos pecadores, aunque habían dicho no con el pecado, ante la Palabra de Jesús dicen sí con la conversión, acogiendo esa Palabra con un corazón sincero, convertido. ¿En qué grupo estamos? Pero de verdad…

Jesús no puede aceptar la actitud hipócrita y puritana de quienes se creen mejores que los demás y no sienten necesidad de convertirse de nada. Ellos rechazan la Palabra de Dios que los cuestiona, y así se sitúan fuera del camino de la salvación.

A Dios no le duelen tanto las debilidades y pecados como le duele la mentira de la vida de quien prescinde de Cristo en el hogar, en el trabajo, en el sufrimiento, en la alegría, en la relación con los otros... Somos pecadores, pero lo decisivo es ser “pecadores buenos”; o sea: arrepentidos y convertidos, como la Magdalena, Pedro, y miles y millones de otros.

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