No hay nadie que a lo largo de su vida no haya sufrido algún tipo de heridas.
Algunos nunca salen de esas heridas y todo el tiempo las andan recordando, torturándose y sufriendo inútilmente por ellas.
Para la mística alemana Hildegarda von Bingen, el arte de llegar a ser un verdadero ser humano consiste en convertir nuestras heridas en perlas…¿Cómo así?...
Nuestras llagas son un centro de especial sensibilidad desde el que nos hacemos más sensibles a las llagas y necesidades de los demás.
La experiencia de nuestras llagas nos capacita para comprender mejor a los otros.
Más todavía: Desde nuestras llagas hacemos contacto con nuestro propio corazón, con nuestro verdadero ser. Y renunciamos a toda vana fantasía de vernos fuertes, pletóricos de vida y perfección. Nos damos plena cuenta de nuestra fragilidad.
Esta toma de conciencia mantiene nuestra vitalidad, nos ayuda a ser más humanos, menos duros, más sensibles y compasivos.
En nuestras heridas, pues, se esconde nuestro tesoro. Nuestras heridas son el lugar de cita para el encuentro con nuestro yo auténtico y con nuestra vocación específica, y sobre todo, para nuestro encuentro con Dios.
sábado, 24 de abril de 2010
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