En un campo de concentración alemán, los
SS habían dado la orden de asesinar a todo bebé que naciera en ese lugar.
Cuando en mayo de 1943 se enfermó la
“comadrona infanticida”, el oficial mandó a la sala de partos a una mujer de 47
años: Stanislawa Lessezynsa, número 413355, para que reemplace a la anterior
comadrona, con la orden de liquidar a todo niño(a) que naciera allí.
Pero Stanislawa no hizo caso a las órdenes
criminales del oficial y al primer bebé que nació entre sus manos le puso el
nombre de Adán.
Cuando el jefe del campo de concentración
le volvió a repetir la orden de matar a los recién nacidos y escribir en los
cadáveres de los infantes: “nacido muerto”, ella respondió: “No,
señor, ¡nunca! No se debe matar a los niños. ¡Dios no lo permite!”
Se narra que tres mil veces Stanislawa
desobedeció las órdenes de los nazis, arriesgándose a ir a la cámara de gas. Personalmente
bautizaba a cada niño, aunque por ese acto estuviera amenazada con la pena de
muerte.
Casi de milagro proporcionaba a las mamás
pañales, fajas, alimentos y medicinas. Amable, como siempre, nunca habló mal de
nadie, ¡ni siquiera de los nazis!...
¡Hermosa lección para nuestros días, en
que se quiere legalizar sin tapujos el aborto, y donde no se valora la vida de
los recién nacidos!...
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