Pedí al Señor que me diera una bella
mariposa; en cambio conseguí horribles y repugnantes gusanos.
Pedí al Señor me concediera un hermoso
pato, y lo que recibí fue un polluelo feo y despreciable.
Pero, después de algún tiempo, cuando
menos lo pensaba, el cactus dio unas flores maravillosas; los gusanos se
transformaron en magníficas mariposas y el polluelo se convirtió en un cisne
elegante.
Igual pasa con nosotros: hay momentos
feos, negativos, difíciles, dolorosos o tristes que el Señor los permite en
nuestras vidas para irlas purificando y madurando.
Jesucristo decía: “Cuando una mujer
embarazada está dando a luz, sufre en ese momento. Pero una vez que nace el
bebé, la madre olvida todo el sufrimiento, y se alegra porque ha traído un niño
al mundo. Del mismo modo, ahora ustedes están tristes, pero yo volveré a
verlos, y se pondrán tan felices que ya nadie les quitará esa alegría” (Cf. Jn 16,21-22).
No hay comentarios:
Publicar un comentario